El nuevo paradigma: no llenar la cabeza, sino despertarla a través de todo el ser humano.
¿Cómo despertamos el «espíritu de la cabeza dormida» en el niño?
«El primer curso de maestros» * de 1919, brinda las bases de la educación Waldorf. En esta serie de entrevistas, hacemos una pregunta clave a los educadores Waldorf de todo el mundo, en cada día histórico de dicho curso. Aquí están los pensamientos sobre el día 11, de Mohamed Elmawazini de Egipto, quien es maestro Waldorf y primer traductor al árabe de las conferencias de Steiner.
Durante mi viaje en curso con Waldorf, llevé a cabo un proyecto con niños de la calle en Egipto, con un enfoque orientado hacia la pedagogía Waldorf. Los niños de la calle son almas libres que todavía no están formadas por la sociedad y que luchan por alguien y por algún método educativo que responda a sus necesidades. Si bien estas necesidades, que no son influenciadas ni estructuradas intelectualmente, brindan el máximo provecho en sus cuerpos físicos, dichas necesidades no son capaces de concentrarse para ninguna información intelectual.
Trabajé junto a ellos con tres objetivos principales: primero, para enriquecer la conexión del cuerpo físico, que requería una mejor atención médica y un aula bella, limpia y organizada; segundo, para enriquecer el cuerpo etérico, introduciendo un ritmo diario; tercero, para aumentar la curiosidad y la conexión con la naturaleza, lo cual se llevó a cabo a través del contenido de la clase principal y visitas a la granja.
Centrándonos en establecer un ritmo diario, comenzábamos después del desayuno, formando una ronda matinal al aire libre, donde, a través de nuestros cuerpos, despertábamos la coordinación de nuestros sentidos y extremidades. Nos quedábamos al aire libre y cantábamos una canción juntos, antes de sentarnos en un círculo para escuchar una historia con un final abierto, la cual necesitaba ser resuelta por un juego que jugábamos juntos. Después de un breve descanso, comenzábamos nuestra clase principal, seguida de una actividad artística, como por ejemplo, pintura, relacionada con lo que habíamos aprendido.
Como se puede ver, la secuencia con la que siempre comenzamos es, partiendo de la vivencia de la esfera de los sentimientos del niño, como en una historia de ensueño, que termina con un problema que nos impulsa a mover nuestros cuerpos y a resolverlo. Por medio de un juego que tiene como elementos, el uso de nuestros cuerpos para inspirar nuestro pensamiento. Esto funciona maravillosamente bien, como si fuese una chispa que fluye del cuerpo hacia la cabeza.
Me sorprendió ver a uno de los niños, el cual era extremadamente incapaz de concentrarse o de comprender lo que le decían, incapaz de quedarse quieto en la ronda sin golpear a los niños y de atrapar la pelota lanzándola lenta y directamente hacia él. Me sorprendió verlo jugar el juego e intentando encontrar una solución. Pude ver que su cabeza estaba trabajando, tratando de encontrar una solución, luego de haber intentado con su cuerpo. Pude observarlo, después de la clase principal, vivenciando la relación con su hoja de pintura y con los colores, tranquilo y concentrado.
A partir de esta breve experiencia, pude ver muy claramente cómo la energía de los pensamientos fluye naturalmente sin problemas dentro del niño, desde la esfera de los sentimientos hasta el cuerpo y las extremidades; lo que provoca el despertar de la cabeza y el pensamiento.
Creado por Mohamed Elmawazini y traducido por Marisa Nardini
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